La sonrisa no es menos importante que muchas otras cosas, pero actualmente, no nos dejamos mucho espacio para jugar… ¿o sí?
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El pasado 7 de Julio, Antonio Masegosa, actor y director artístico de Pallapupas, pallassos d’hospital, compartió con nosotros su experiencia sobre el tema. Nos hacía especial gracia empezar la temporada con alguien vinculado al teatro, puesto que todos nosotros, quien más quien menos ha estado vinculado a las artes escénicas y, de hecho, nos conocimos en unos talleres de teatro.
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Siguiendo con la tónica de algunos invitados espaciales, Antonio prefirió un cojín en el suelo a la silla y descalzarse y, a pesar que el día anterior había estrenado “Ella”, un espectáculo fruto de la creación colectiva a partir de la metodología del teatro social vinculado a Radio Nikosia, no tardó ni 30 segundos en dejar atrás el estrés para conectar con nosotros.
Antonio, partiendo de la base que la sonrisa no es menos importante que otras medicinas, nos habló del importante papel del payaso para humanizar la salud y del impacto que tiene en la pronta recuperación de los niños.
Para entender esto fue importante hablar del payaso no desde el estereotipo de la carcajada y el maquillaje, sino desde un ser vulnerable y travieso que escucha, mira a los ojos y juega.
“El payaso nace del alma, de lo más profundo del corazón”, nos aclara Antonio, “por eso conecta tan bien con los niños y, como a los niños, tampoco le importa trasgredir o hacer lo incorrecto abriendo un espacio de juego incluso en las circunstancias menos imaginables”.
El mejor ejemplo es su PROGRAMA QUIRÓFANO donde una pareja de payasos (hombre y mujer) acompaña a los niños en todo el proceso de hospitalización, desde la sala de espera y la sala de reanimación hasta el momento del alta. El payaso se convierte en un referente y “compañero amigo” para los niños y en un “guardián protector” en la mirada de los padres, que sufren menos al ver sus hijos subir al quirófano sonrientes y cuidados.
A pesar que no existen estudios científicos que avalen los beneficios del trabajo de los payasos en el momento de ingresar a un niño, hay hospitales como el Sant Joan de Déu (Barcelona) donde no se entiende una intervención quirúrgica a un niño sin la presencia de los payasos, que ya forman parte integral del equipo asistencial.
Pero los payasos de hospital no son sólo intuición, antes de acercarse a cualquier paciente se informan sobre las condiciones médicas de los niños, pues es igualmente importante abrir el corazón como conocer las limitaciones físicas, emocionales y/o culturales de los pequeños pacientes y sus familiares. En este sentido, la colaboración del personal hospitalario y la comprensión por parte de los payasos del lenguaje y equipo médico juegan un papel muy importante.
Antonio define el trabajo de Pallapupas como el de cualquier otro profesional. No cualquier payaso puede ser un payaso de hospital por eso, además de un casting artístico, los pallapupas deben de capacitarse continuamente tanto en la comprensión de unos mínimos conocimientos médicos para relacionarse con el mundo sanitario, como formación continua a nivel artístico (5 horas de improvisación requieren mucha madurez por parte del payaso) y un especial cuidado a nivel emocional, pues las emociones que emergen consecuencia de las circunstancias del trabajo también deben ser atendidas.
La mayor sorpresa de la tarde fue enterarnos que Pallapupas no sólo trabaja con niños hospitalizados, sino que sus narices abarcan también a los mayores: personas con problemas de salud mental y sus familiares, además de desarrollar su PROGRAMA GENT GRAN donde se están consiguiendo resultados muy positivos al trabajar con temas como la demencia, o El PROGRAMA TEATRO SOCIAL donde se trabaja desde la metodología del teatro social y teatro del oprimido fomentando la creación escénica con personas que no están internadas en ninguna institución, así como su PROGRAMA DANZA donde se trabaja el movimiento libre con gente mayor desde la óptica de la posibilidad humana de mejora.
Por último nos habló de su participación en la LICENCIATURA DE MEDICINA, donde imparte una asignatura de clown y teatro social. Esta es la única asignatura de la carrera donde se trabaja la relación con el paciente y por eso no le sorprende la gran dificultad de médicos y enfermeras para tocarse y mirarse a los ojos. “Introducimos el juego en las aulas frías donde los alumnos te esperan con el lápiz y el papel” -nos cuenta Antonio orgulloso-“intentamos dar a entender que la risa puede formar parte de un espacio serio y jugamos a barrer prejuicios.”
Y tras un video de payasos en acción y un reconfortante pastel de chocolate, la charla se difumina en sonrisas y despedidas, mientras resuenan en el aire las palabras de Antonio: ¿Tenemos madurez para jugar?
Nosotros creemos que sí. Impepinablemente.